“Ser sanamente locos y locamente sanos” Inacoop recuerda a Juan José Sarachu
Hay personas que representan cabalmente lo mejor de toda una generación. Hablo de un tiempo en que los jóvenes creyeron y soñaron que era posible cambiar el mundo y, entusiastas, pusieron manos a la obra y no pararon ya nunca, nunca de soñar, nunca de actuar, nunca de multiplicar, nunca de entibiar su entorno con su fuego interior. Ese soplo cálido era común a tantos y tantos, pero entre esos tantos algunos eligieron el camino de la cooperación, de la ayuda mutua, del cambio cultural, de la educación. Sabían que era una ruta larga, que los frutos no serían inmediatos, que para llegar muy arriba había que partir de bien abajo. Sabían también que algunos los tacharían de ilusos y otros de blancas palomas de la paz.
Un ejemplo de esos haces de quijotes surge en 1961. Cinco muchachos que por iniciativa de Mons. Baccino habían sido becados para estudiar en Lovaina regresan con la determinación firme de esparcir el verbo cooperativo por todo el Uruguay. Y como el cambio comenzaría por el Interior, crean el Centro Cooperativista Uruguayo y se instalan en San José. Cinco, dijimos. ¿Locura? En esa institución germinan nuevas modalidades cooperativas, como las de vivienda y de ahorro y crédito, se gesta Promopez, se impulsa nuevamente el cooperativismo agrario con sus centrales y su nueva federación, nacen cooperativas de trabajo. Cinco empezaron y uno de ellos, el más próximo a nosotros, se llamó y se llamará siempre Juan José Sarachu, aunque cariñosamente sus hijos y nietos intelectuales le decían alternativamente, Gran Jefe, Presidente, Comandante.
Antes de la creación del CCU integró círculos profesionales y compartió la refundación del Centro Latinoamericano de Economía Humana (CLAEH). Hombre de diálogo, supo vincularse con los más variados actores políticos y líderes sociales y sindicales nacionales, continentales, internacionales.
Fue el primer Presidente de INACOOP (2009-2012), habiendo conducido la transición institucional desde su antecesora y germen, la Comisión Honoraria del Cooperativismo. A ningún hecho destacable del cooperativismo nacional ha sido ajeno. Nos cuentan que colaboró con el Arquitecto Juan Pablo Terra en la redacción primaria del proyecto de Ley Nacional de Vivienda, bajo su mandato la CHC negoció con el Parlamento la Ley Nacional de Cooperativas, con él al frente se estructuró el INACOOP, timoneó a PROMOPEZ en aguas borrascosas, desde la Universidad abrió las puertas de la Unidad de Estudios Cooperativos a cientos de jóvenes, aportó sus reflexiones al sector de la economía social y solidaria, nos animó desde el discurso esperanzado, siempre abierto al porvenir. Tomó y retomó mil veces las voces inspiradoras de Galeano (“los fueguitos”, “¿para qué sirve la utopía?”), de Paulo Freire (“ser sanamente locos y locamente sanos”) o la sabiduría de los proverbios (“… si quieres hacer planes para cien años, educa a las personas”). A las cabezas duras del individualismo militante y a los débiles creyentes-descreídos había que machacarles esas sentencias y así lo hizo. Fiel a sus ideas, a sus amigos, a su familia. ¡Setenta años al lado de Mabel!
En INACOOP supo amalgamar al Directorio y al escaso personal, los tres, los cinco, los que iban llegando. Se dice que despectivamente algunos tildaron al Instituto como un “club de amigos”. ¡Bendito club! ¡Qué fuerza se despliega en un grupo alineado, plural y coherente, consciente de su misión! ¿Cómo no iba a ser productivo? ¿A quién podría ocurrírsele fallarle a Sarachu? Hay liderazgos que se plantan desde la integridad, desde la sonrisa pícara y el rostro noble.
Nos hablaba de los estudios econométricos de investigadores de la Universidad de Massachussets y alguna otra que ni recuerdo, según los cuales en 2048 comenzaría el “siglo de la solidaridad”. ¿Saben una cosa? Yo no les creo lo más mínimo a esos señores investigadores, pero si lo dijo Sarachu, así será, como así fueron realidad miles de nuevas cooperativas, cientos de miles de cooperativistas, legislación entonces impensable, políticas públicas promotoras, la educación cooperativa en los centros educativos. Y entonces, cuando alumbre ese siglo soñado, preanunciado y laboriosamente construido, cuando ese sol se eleve en el horizonte, los sobrevivientes del hoy cuéntenle a sus nietos que ya lo sabían, que tenía que ser así, que Sarachu nos lo dijo.
Foto: La Diaria